Cuando hablamos de reformar una vivienda, solemos pensar primero en la pintura, los muebles o la distribución. Sin embargo, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que una de las decisiones que más influye en la comodidad diaria —y en el aspecto general de cualquier espacio— es la elección del suelo. No solo por estética, sino también por mantenimiento, aislamiento, durabilidad y sensación térmica.
En los últimos años he podido ver cómo pequeñas reformas centradas únicamente en renovar el pavimento transforman por completo una vivienda sin necesidad de grandes obras. Y entre todas las opciones disponibles, la tarima flotante se ha convertido para mí en una de las soluciones más equilibradas cuando se busca mejorar confort, calidez y diseño sin complicaciones.
Los motivos por los que la tarima flotante es una opción tan demandada
Lo primero que me convence de este material es la capacidad que tiene para integrarse en casi cualquier estilo decorativo. Desde ambientes nórdicos hasta interiores más rústicos o contemporáneos, siempre existe un acabado que encaja. Pero más allá de lo estético, lo que la hace tan práctica es la facilidad de instalación y el mantenimiento mínimo que requiere en comparación con otras alternativas.
Por ejemplo, para quienes vivimos en pisos donde el ruido puede ser un problema, la tarima aporta un extra de aislamiento acústico muy significativo. También mejora la sensación térmica, lo que se agradece especialmente en invierno. Y, a nivel de obra, evita tener que levantar pavimentos existentes, lo que reduce tiempos, ruidos y molestias.
Aun así, y aunque sea un tipo de suelo muy agradecido, he aprendido que el resultado final depende muchísimo de cómo se instale. Una tarima bien colocada dura años, se mantiene estable y no cruje. Una mal instalada, en cambio, acaba teniendo holguras, desniveles o filtraciones de humedad que pueden arruinarla.
La importancia de trabajar con profesionales especializados
En una de las reformas en las que participé recientemente, necesitaba asesoramiento para elegir el tipo de tarima adecuado y asegurarme de que la instalación fuera correcta. Durante el proceso descubrí que hay empresas que no solo colocan el suelo, sino que te orientan sobre materiales, resistencia, compatibilidad con suelo radiante y cuidados posteriores. Esa parte marca la diferencia.
Por eso, cuando alguien me pregunta qué tener en cuenta, siempre recomiendo buscar profesionales que dominen este tipo de trabajo. En mi caso, una de las referencias que utilicé fue la de esta empresa especializada en instalación de tarima flotante, donde explican de forma muy clara qué servicios ofrecen y cómo abordan cada proyecto para evitar los típicos errores que acaban apareciendo meses después.
El asesoramiento previo y la planificación adecuada son esenciales, porque no todas las tarimas se comportan igual ni todos los soportes están en el mismo estado. Saber evaluar la base, nivelarla correctamente y elegir un sistema de juntas adecuado evita problemas futuros.
Qué he aprendido después de varias reformas
Después de haber visto varias instalaciones en casa de familiares, clientes y amigos, puedo resumir mi experiencia en tres conclusiones claras:
- No todos los suelos laminados o de madera son iguales. Elegir por precio suele salir caro a largo plazo.
- La instalación es el 50% del éxito. Incluso una tarima excelente fallará si no la coloca un especialista.
- Planificar bien evita sorpresas. Compatibilidad con la base, dirección de las lamas, remates y transiciones son detalles que cambian el resultado final.
En definitiva, renovar el suelo es una de las mejoras más agradecidas que se pueden hacer en una vivienda, tanto a nivel estético como funcional. Y aunque pueda parecer una obra menor, su impacto en el día a día es enorme. Si estás pensando en hacerlo, mi recomendación es clara: infórmate, compara y, sobre todo, confía en profesionales que sepan garantizar un acabado duradero.

